«Tu sitio está aquí. Somos una familia»

La propuesta

  • Título original: The Proposition562116_theproposition_key_1536x2048_v201111181103
  • Año: 2005
  • Duración: 104 min.
  • País: Australia
  • Dirección: John Hillcoat
  • Guion: Nick Cave
  • Música: Nick Cave, Warren Ellis
  • Reparto principal: Guy Pearce, Ray Winstone, Emily Watson, Richard Wilson, Danny Huston
  • Más información: IMDb, filmaffinity, ALLMOVIE

Dos hermanos, que pertenecían a una banda de criminales, son capturados por un agente de la ley que busca a un tercero y que propondrá a estos dos la liberación de uno de ellos a cambio de que el otro le traiga al que no ha logrado capturar.

Lo que se plantea es un chantaje o una extorsión, más que una propuesta, ya que el hermano mediano está moralmente presionado a elegir salvar a uno de sus hermanos a cambio del otro. Así pues, tanto el drama como el dilema ético marca la historia profundamente, una historia que recalca los valores de la familia y la lealtad (¿de verdad el protagonista será capaz de traicionar a alguno?). El ambiente, la Australia del siglo XIX, se recrea con unos paisajes y una dureza casi poética, donde los (pocos) momentos de acción cumplen con su objetivo sin ser exorbitantes como en otros wésterns.

Mi puntuación: 13942261_1269687406409413_895346483_n13866573_1269687523076068_970961706_n13866573_1269687523076068_970961706_n

A partir de este momento puedes hacer una de estas acciones: preparar palomitas y ver la película o leer este relato inspirado en ella y que podría contener algún que otro spoiler.

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Mike era un inocente adolescente que apenas sabía del mundo. Ni sabía leer bien ni había conocido el amor; era un chico libre. Tampoco tenía padres que pudieran amarrarlo al mundo. Sin embargo, como en otras familias del pueblo, los hermanos mayores ocupaban el lugar de los progenitores, cuidando y mostrando a los más pequeños el sentido de la vida.

Desgraciadamente, Mike no había tenido mucha suerte con sus hermanos, pues Arthur y Charlie eran delincuentes que estaban más ocupados en saquear y robar que en saber si su hermano menor había dormido bien o se las había arreglado con el almuerzo. A veces pasaban tantos días fuera que Mike casi los olvidaba.

Pero eso solo fue hasta que cumplió los catorce, pues Arthur, el mayor de los tres, comenzó a decir que ya tenía edad para entrar en el negocio familiar. Hubo algún que otro desacuerdo: Charlie opinaba que el chico era demasiado inocente. Mike solo quería seguir siendo libre, pero eso no importaba.

Los hermanos se distanciaron por las disputas: Arthur siguió saqueando, robando y matando a familias enteras; Charlie, por otro lado, se llevó a Mike lejos de esa barbarie para meterlo en el mundo del alcohol, las apuestas y los burdeles. Hermanos que solo querían imponerle a Mike sus modos de ver la vida.

Un mal día, en una de esas alocadas y sucias fiestas a las que Charlie llevaba al adolescente, se toparon con el capitán Stanley. Fue una sentencia de muerte. El capitán tenía la misión de dar caza al hermano que disfrutaba con la sangre y la destrucción; pero él no estaba allí. El señor Stanley creyó que tomaba ventaja si obligaba a uno de los hermanos a traer a Arthur, el mayor, ante él. La propuesta consistía, así pues, en condenar a un hermano por la libertad del otro.

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(Imágenes tomadas de SensaCine e IMDb)

Charlie fue en busca del asesino, prometiendo a Mike que volvería a por él; el joven, entonces, quedó en manos del capitán Stanley, aferrándose a la palabra de su hermano. Y así el menor de los tres volvió a saborear la soledad mientras se pudría en la cárcel, pagando los crímenes de otros.

Muchos fueron los aldeanos que habían perdido sus riquezas por sus hermanos, o incluso seres queridos a manos de Arthur. El odio se palpaba en la celda, en el poco aire que entraba en la comisaría, en las miradas de los agentes. Mike lloraba y rezaba por sus hermanos. Para que volvieran. Y los días pasaban y solo el rencor crecía en las personas. Palizas por las noches, ninguna comida, insultos, amenazas, odio y más odio. Incluso el capitán Stanley maldijo el momento en el que hizo esa propuesta. Ninguno de los hermanos iba a volver.

El inocente niño también lo sabía: sus hermanos lo venderían sin arrepentimiento alguno para poder seguir disfrutando de sus libertades. La suya no importaba.